Un Mercedes rojo en un día gris
E. Torrella Raymond
5/7/20241 min read
Era un día gris en el más amplio sentido de la palabra: cielo encapotado, mal humor al despertarse, clima anodino y lejanamente tóxico en la oficina, tedio en el tren de vuelta a casa, los asientos grises, más grises que de costumbre, gabardinas de colores tristes, paraguas negros…
Al salir de la estación, caminando cabizbajo hacia el coche para regresar a casa, me preguntaba cómo podía superar aquella atmósfera plomiza que tanto me recordaba a los temores del gran jefe Abraracúrcix, y que no era otro que el cielo cayera sobre su cabeza…
Salí del parking, puse la primera, la segunda -sin mirar el asfalto gris frente a mi, como un zombi, pues estaba fijándome en el indicador de la gasolina- y de repente, al levantar la cabeza: un Mercedes rojo, deportivo, brillante, limpio y elegante. ¡Un soplo de aire fresco, un haz de luz en el día sin luz!
Me levantó el alma, alcé la vista al retrovisor, y detrás venía un Ferrari azul, sin prisas y como escoltándome. Yo, ¡en medio de la bandera del Barca!...ese Barca que el día anterior había perdido el campeonato, pero ¡a quién le importaba eso ahora!
Un rayo de luz se coló entre las nubes. Cerré lo ojos de felicidad.
Siniestro total. Como el Barca. Como mi lunes gris.